Pablo PIcaso
Mientras leía la última frase del placentero comentario sobre lo hermoso de las coincidencias, que la Ranita (como ya le digo sin su autorización), una amiga de la universidad puso en su blog, me llené de pensamientos sobre la causalidad, la casualidad y la coincidencia; no obstante, el flan de mi inspiración no acababa de cuajar (será que siempre le pongo demasiado caramelo de conciencia), pero hoy cuando sosteníamos una filosófica conversación sobre lo ultraterreno de los crustaceos, so pretexto de una metafórica taza de café, me encontré la inspiración flotando sobre el mismo. Ahí estaba, la famosa nata, que la mujer del cuadro reclamaba interrumpía su acceso al robusto elixir; puesto que siendo la taza metafórica, la nata solo puede ser aquello que de pronto sobresale, aquello que así nada más impide el acceso a la otra conciencia. Lo anterior me remitió irremediablemente a los últimos dos párrafos del ensayito de mi amiga, donde se ocupa de lo maravilloso de la casualidad; por lo que ahora te apunto Renecita, que la causalidad es la metafórica taza de café de nuestro platicado cuadro. La experiencia es lo que conforma nuestras vidas, pero lo que subyace es lo que las llena. Lo significativo de un suceso se puede encontrar especialemente marcado por la cantidad de casualidades que “descubrimos” se reunieron para darle origen, esto tiene mucho de verdad y mucho de no descubierto.
Conforme pasamos por la vida, los dioses juegan con nosotros, nos dan cuchardas de inspiración, gotas de locura, tazas de resignación, rebanadas de felicidad, manojos de nervios, untadas de pasión, platos de oportunidades, copas de valor y chispas de... de chocolate. La intrincada receta que cada uno de los ingredientes forma es única, cómo único es cada uno de nosotros, la temperatura, el tiempo y hasta la dedicación hacen de cada platillo de experiencia un momento único e irrepetible. El demiurgo cocina a capricho y sin preguntar, para entregarnos una metafórica taza que de pronto puede llenarse de nata y quitarnos el acceso al líquido ocre de la conciencia.
Así, me atrevó a decir, que la coincidencia no es sino el resultado súbito de la capacidad de sorprenderse y de encontrar que dos o más sucesos se encontraron en la condiciones correctas para originar un tercero. El cotidiano discurrir de nuestras vidas tiende a aprehender lo que nos rodea, así, no lo hacemos conciente hasta que de pronto, movemos un poquito la nata y nos damos cuenta de que en nuestra taza hay más que café.
Con todo esto, nos felicito, la “Mujer remojando pensamientos en una taza metafórica” es en realidad el proberbial ser buscando asir un poco de experiencia, para encontrar la coincidencia. Al final ambas palabras se encuentran ligadas, la experiencia es el conocimiento (encia) de aquello que el hombre conoce cuando sale (ex) a revisar lo que hay a su alrededor (peri), mientras que la coincidencia es el conocimiento (encia) de aquello que ocurre (incide) al mismo tiempo (co); por lo tanto para coincidir es necesario experimentar, remojar el pan de la conciencia en la metafórica taza de la otra conciencia y recuperar de aquello que obtuvimos, lo que sucedio al mismo tiempo, en el lugar y momento adecuado para traer un feliz acontecimiento.
No podría haber imaginado mejor y más rico título para el cuadro de la “Mujer remojando pensamientos en una taza metafórica” y no podría encontrar mejor lección que la que nos da la etimología de estas palabras: “Sal, vive, reflexiona, por que sin experiencia no hay coincidencia”, en otras palabras, ¡levántate y anda! ¡la coincidencia es hermosa, pero no te va a venir a encontrar ahí sentado!
1 comment:
Rodrigo... EXIJO una nueva entrada!!!
Ya ponte a trabajar, que la inspiración te está buscando (anoche me preguntó por tí) JAJAJA
Te mando un beso
Renée
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